Savater, F. (2010). El valor de educar. Barcelona, España. Editorial Ariel.
El autor en este libro nos hace pensar sobre un tema que todos criticamos y opinamos de un modo u otro, como es la educación, proporcionando reflexiones dirigidas a la sociedad en general y al maestro en particular.
En las páginas del libro, Savater pone su empeño en que el estado se comprometa con la educación y de este modo involucrar a toda la sociedad en la educación, en especial al maestro que es el principal personaje en el acto educativo. Los maestros deben darse cuenta que son modelos para sus estudiantes, y está en ellos el despertar la curiosidad de sus alumnos, que disfruten aprendiendo, teniendo en cuenta la importancia del currículo.
Una idea importante en el libro es la de la humanización del ser humano, que es el fin de la educación, para lograrlo debe integrar la parte cognitiva, espiritual y actitudes de los alumnos.
Savater nos indica que debemos lograr aprendizajes significativos en los estudiantes, un medio para conseguirlo es por el descubrimiento. Señala también que el maestro debe dejar esa pedantería que va en contra de los estudiantes, y que no quiera solo enseñar y enseñar.
En varias ocasiones hace alusión a que la educación debe ser para todos, sin excepción de condiciones sociales, planteando así una universalización de la democrática educación.
Finaliza el libro con una carta dirigida a los ministros para que tomen conciencia de los planteamientos y asuman el valor de educar.
Para terminar las cuatro ideas principales del libro son:
La familia y la educación. Los tiempos en que vivimos sujetos a exigencias y demandas del ritmo diario, están dejando que la familia se desligue de la educación de los niños, dejando al maestro una doble labor la de formar en curricularmente y la de los hábitos y valores.
La universalización democrática de la educación. La educación no debe ser privilegio ni excluyente, básicamente debe ser para todos y con todos, sin perjuicios de ninguna índole.
La libertad y la educación. El maestro debe estimular la libertad responsable ante todas las divergencias que presente el contexto.
El rol protagónico del maestro en los aspectos mencionados. Los puntos mencionados deben ser asumidos de manera responsable por el maestro, facilitando y creando un ambiente democrático en el estudiante, donde el aprender sea un deleite y no una carga.
· OPINIÓN PERSONAL.
Fernando Savater hace una gran reflexión sobre la educación, realizando un camino que va desde el aprendizaje del ser humano hasta la universalización de la educación, con paradas intermedias que son de rigurosa necesidad como son los contenidos propios de la educación, la familia, la libertad y el humanismo.
Savater en cada uno de los capítulos nos hace reflexionar cómo nos presentamos nosotros mismos ante ese tema, y aunque en algunos temas no tenemos ni voz ni coto, como pueden ser los contenidos a enseñar, si tenemos mucha capacidad en el cómo lo hacemos, o cómo es nuestra propia familia, ya que creo que según esta la sociedad hoy, tenemos a los alumnos de primaria, muchos de ellos no viven en un ambiente donde los padres tengan tiempo y eso se ve repercutido en su propia autoestima. Para cambiar a los alumnos habría que cambiar la sociedad.
Si el hombre solo fuese un ser que aprende, podría bastarle aprender de su propia experiencia y del trato con las cosas, pero sería un proceso muy largo que lo obligaría a empezar de cero, sobreviviría físicamente pero le faltaría lo que específicamente de humano tiene el proceso educativo, porque el hombre es el aprender de otros hombres, al ser enseñado por ellos.
Savater propone una vía universalizadora de la educación que consiste en ayudar a cada persona a volver a sus raíces. Según está visión, la educación consistiría en dedicarse a reforzar nuestras raíces, haciéndolas más nacionales, más étnicas, más ideológicas, más idénticos a nosotros mismos.
El buscar conflicto, tratando de cambiar, enseñando a discutir pero dejando claro que la escuela no es ni un foro de debates ni un púlpito, es una tarea importante de los educadores. Sería suicida que la escuela renunciara a formar ciudadanos demócratas, inconformistas, inquietos por su destino personal. Es deseable la complejidad ideológica de la sociedad moderna que ayude a fomentar los valores diversos. Resultaría absurdo por ejemplo, tratar de ocultar a los niños los fallos del mundo en el que vivimos, pero es crucial inspirarle una prudente confianza sobre los mecanismos previstos para enmendarlos.
Raúl Sanz Fernández